Me pongo una naranja entre los
dientes, sonrío.
Me miro al espejo y vuelvo a
sonreír. Salgo a la calle. En la parada del 128 hay un nene, le sonrío. El nene
me mira asustado mientras le aprieta la mano a la madre. La madre me mira y
voltea al nene de un tirón.
Me subo al colectivo, pido mi
boleto y sonrío. El chofer me mira con cara de asco, marca el boleto y aprieta
el acelerador. Salgo despedido por el pasillo y me doy la cara con la última
fila de asientos. Un viejo me mira y sonríe. No tiene dientes. Le regalo mi
naranja y bajo en la próxima parada.
En el camino de ahí al trabajo
nadie mira a nadie. Nadie sonríe.
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